Crónica: Robert Plant prende la mecha del Starlite 2016

El festival Starlite de Marbella, que se celebra en el insólito paraje de la Cantera de Nagüelles, tuvo su primer plato fuerte de este año el pasado sábado con la actuación Robert Plant, vocalista de la legendaria banda de rock and roll Led Zeppelin.
Un evento que atrajo a público adulto de hasta tres generaciones y que prácticamente llenó el recinto antes de que el británico, con unos minutos de retraso, entrara en el escenario de forma tranquila y relajada, como si pasara por allí.

Justo antes de eso apareció la pluma, una proyección del símbolo adjudicado a Plant en el mítico cuarto álbum del grupo, una imagen que permaneció de fondo inmóvil durante todo el concierto y que, junto a una grabación del Rumble de Link Wray, hizo que el respetable pusiera los cinco sentidos sobre las tablas.
The Sensational Space Shifters, la banda con la que Robert Plant publicó en 2014 Lullaby and… The Ceaseless Roar (uno de sus mejores álbumes en solitario según la crítica), aparecieron uno a uno tomando posiciones y abriendo camino para que el protagonista hiciera acto de presencia, con su larga melena rizada recogida y ataviado con una camisa negra de estilo sureño.
Juntos atacaron Poor Howard y Turn It Up, temas de este último LP, que mantuvieron al público con cierta emoción contenida hasta que el bueno de Robert se soltó la melena y se dirigió a la grada con un “señoras y señores pasajeros”, que repetiría varias veces a lo largo de la noche, preguntando además por la “sangre de cristo” y rematando con un “yo no soy marinero” en un esforzado castellano.

Tras ese tibio comienzo llegaba el primer pepinazo zeppeliano: Black Dog, una canción que la audiencia reconoció al instante con una ovación incontrolada, y de la que fue partícipe repitiendo los coros una y otra vez con el beneplácito de Plant. Aunque de seguro más de uno torció el gesto al comprobar que las versiones de Led Zeppelin han cambiado en estos conciertos, estas piezas han sido actualizadas con ritmos tribales y electrónicos en algunos casos, conservando algunas partes clásicas.
Luego fueron cayendo temas como What Is And What Should Never Be, Little Maggie, All the King’s Horses, una flamenco-psicodélica Babe, I’m Gonna Leave You o Fixin’ to Die, con un Justin Adams aporreando la guitarra por todas partes en uno de los picos rockeros de la noche.

Dando paso ya a la recta final llegaron el blues I’m a King Bee y el reciente single Rainbow, para terminar levantando (por fin) al público de sus asientos con Whola Lotta Love, en una versión distinta pero muy efectiva que dejó a la gente entusiasmada, pataleando el suelo y cantando un futbolero “oe, oe, oeee”, clamando unos bises que no tardarían en llegar.
Porque tras un minuto fuera del escenario Robert Plant vuelve con toda la banda y presenta “una vieja canción folk inglesa”, para dinamitar finalmente las paredes de la cantera de Nagüelles con Rock and Roll, uno de los momentos más esperados de la velada. Locura desatada en la tribuna y
caras felices de los que pudieron deleitarse con un último momento, quizás el más bonito de la hora y media que duró el concierto, cuando Plant canta Goin’ to California acompañado de una guitarra acústica, una mandolina y un suave teclado.
Una forma intimista y sutil de despedir a su público, que fue a ver al cantante de Led Zeppelin y se llevó mucho más que eso: a un artista casi septuagenario capaz de seguir arriesgando sin dejar de respetar el pasado, y que consigue sonar fresco y moderno a una audiencia que clamaba rock de los sesenta y setenta. Bravo Robert, bravo Starlite, bravo señoras y señores pasajeros.

Texto y fotos: Juan Diego Cortés.